¿Es sano evitar tener conflictos?

En muchísimas ocasiones solemos ofrecer la solución rápidamente a nuestros hijos para evitar que se frustren y entristezcan y de esta manera vuelvan a estar bien en el menor tiempo posible. Así nos sentimos aliviados porque por fin dejan de pasarlo mal y sufrir. En muchas ocasiones nos faltan herramientas para acompañar un proceso asi de mal estar sin que nos frustremos nosotros mismos 


Cuando dejamos fluir libremente la tristeza o la rabia producida por la frustración, en lugar de sacarles rápidamente de su aprieto, acompañando y validando lo que van sintiendo, podemos observar como el niño se recupera gracias a nuestra presencia y a la libertad de sentir y de ser ellos mismos. Aprenderán que vivir las emociones intensas, también forma parte del desarrollo del ser humano y una vez pasada la tormenta, volverá con lo que estaba haciendo con la sensación de haber sido aceptado y comprendido.

En ocasiones algún papa me han dicho: “Me siento incapaz de manejar su frustración y lo soluciono rápidamente porque me duele verla así”, “Me entra pánico y en realidad reconozco que lo arreglo por mi porque no soporto ver como lo pasa mal”. A veces ni siquiera el niño pide ayuda, porque ellos también necesitan experimentar que pasa si  por ejmplo, se me cae la torre o no encajo la pieza del puzzle.

Frases como: «No te preocupes  que ahora hacemos otro dibujo» «No pasa nada, mañana te compro otro de esos» “¡Anda! si solo es una galleta y tienes aquí un paquete entero” “Venga anda, que parece el fin del mundo”, evitan que el niño sienta lo que necesita sentir porque nuestra percepción es que  sufre más de lo que es capaz de manejar. Pero en realidad, esa percepción refleja NUESTRO PROPIO DOLOR Y MALESTAR y nuestra propia necesidad de distraer al niño para que salga rápidamente de su dolor o frustración. 

 


¿De quién es realmente la necesidad de que se pase todo lo antes posible? Si además ocurre en público, ¿Somos capaces de manejar la situación pensando en el niño o pensamos más en nosotros o el qué dirán?


Impedir su disgusto hace que el niño estalle siempre ante cualquier pequeña cosa porque en realidad lo que también necesitan experimentar, son sus sentimientos y emociones. NO SE DEBE PROVOCAR QUE EL NIÑO SE FRUSTRE PARA QUE APRENDA. LA FRUSTRACIÓN DEBE SER NATURAL Y ES LA QUE SE DEBE PERMITIR Y ACOMPAÑAR.


Impedir y negar la expresión de nuestros hijos les enseña a huir de sus sentimientos porque no están bien y a esconderlos ante los demás porque son demasiado débiles para experimentar esas emociones. “Mi mama no quiere que demuestre mi dolor y no debo expresarlo ni sentirlo”, esto es lo que interioriza un niño.

Y tu, ¿como llevas las frustraciones de tu hijo? ¿Eres de los que intentas evitarlas porque no puedes verles pasarlo mal?

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